Años después

Estaba yo preparándome para un momento que podría ser importante, estaba enlistándome para ver en persona, por primera vez, a la chica de mis sueños la cual conocí a través de varios días de conversaciones extensas y endulzantes.

Estaba yo preparándome para una cita.

Después de vestirme con mi mejor traje, antes de salir decidí arreglar algo en mi departamento, cuando me dispuse a salir ya era algo tarde... Debía recorrer 15 minutos para llegar al restaurante, con suerte llegaría a la hora exacta.

Hacía frío y sin preocuparme comencé a correr, mi respiración acelerada junto a mi pésima condición física me hacía sentir que el aire que entraba y salía por mi nariz estaba a una temperatura hirviente, era como si cortara cada vello del interior y el leve aroma del dolor se percibía más fuerte por cada paso que daba.

Cuando llegue hasta allí eran las 7:45, en realidad era temprano «o mi reloj estaba malo o estos señores trabajan con el horario de un país vecino» pensé al ver la hora.

A pesar de llegar a tiempo «muy a tiempo», el personal administrativo decidió a último minuto burlarse de su sistema en línea y colocarme en una de las mesas situadas al costado más recóndito, iluminado e informal del recinto que ofrecían para tales menesteres.

Me dispuse a sentarme y esperar allí, eran diez minutos de los cuales podía aprovechar para chequear el menú, comparar los precios, pensar en la vida o simplemente oír conversaciones ajenas. No quería preocuparme de nada, al menos este día, así que decidí escuchar y noté que detrás de mí se encontraba una familia celebrando un cumpleaños, frente a mi tenía a dos hombres y tres mujeres, que por su vestimenta parecían colegas de trabajo. No me intereso adivinar más, pero continúe observando y estableciendo las posibles razones de la reunión de los otros.

En ese momento pude darme cuenta que ninguna mesa era para parejas, al menos ninguna tenía a una persona esperando o siquiera a dos conversando. Admito que ya no quería estar allí, no me sentía en condiciones de ser el único con ese motivo en el restaurante.

Era el segundo piso, a la izquierda se encontraba un bar sin nadie que lo atendiese, quizás estaba sin servicios a tales horas; a mi derecha el extremo de la sala, la cual, para más colmo, era una ventana en dirección a la entrada —o frente del lugar— el cristal estaba en excelentes condiciones y me percate que estaba tan limpio que, sumando la luz, este hacía que se convirtiera en un singular espejo, pues, si decidías mirar a través, tu reflejo comenzaba a persuadir a tu mente. Pero al querer ver tu reflejo no observabas nada, tal era la magnitud de mi sorpresa que la comparación que efectué varias veces —5 para ser exactos— me hacía observar a mi alrededor buscando una persona que notara tal hallazgo.

Me interesé mucho por ese espejo, mientras trataba de ver más allá, para prepararme ante la llegada de esa persona, no podía controlar los pensamientos imaginativos que viajaban como el aire, pasando por mi mente y desapareciendo fugazmente, me encontraba inducido en el sueño más hermoso que pude imaginar.

Comencé a ver un rostro, luego su cabello me enardeció, y su mirada... Más que todo su mirada me hacía notar su convicción. Sin dudar repetía en mi cabeza "esa mujer me enamoró", detallaba cada parte de lo que, con el tiempo, lograba mejor observar. Su largo y fino cabello de color castaño, la simetría de su cara que destacaba la belleza de sus hipnotizantes ojos marrones, que brillaban mientras me veían directamente al igual que yo. El juego de sus prendas era perfecto, sus aretes con el estilo de un vestido carmesí, si se comparaba conmigo no hallaría que decir.

Ese momento se hacía eterno, y así quería que siguiera siendo, tome mi copa, enseguida ella la tomo... Ambos bebimos la misma cantidad con los mismos gestos que me recordaban a... Sorprendido parpadee, en lo que volví a la realidad.

Poco a poco la imagen distorsionándose se convertía en algo que no podía explicar, a pesar de la notable ilusión mi reflejo no había cambiado. Esa mujer de la que me enamoré, no era yo, ni mi idea, era la primera y la única en amarme, mi reflejo entonces era mi madre.



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