Jovenes, no se olviden de sus sueños.
Mientras crecemos vamos transformando todas esas cosas que deseamos, pasan de ser cosas simples para hacerse enormes e inalcanzables; le decimos metas como un objetivo específico, al que debemos de cruzar y superar, ello es limitar nuestra vida a una carrera.
Podemos decir «Yo quiero saltar muy alto». Pero si no pensamos en cuanto podemos saltar, la dirección, los obstáculos, la maniobra, la... Será muy posible errar, dudar o flaquear.
Por lo tanto solo hay una forma y herramienta para hacer las cosas y esta es la verdadera voluntad.
Es curioso que tengamos que pensar, de forma natural, a cerca de todo lo que nos sucede, queremos, y podemos lograr, solo para ser algo en la vida, sin pensar en lo que se puede sentir, aprender y crear, todo eso, a través de las experiencias.
Hacer las cosas con propósito.
Otro tema que debe considerarse es el como hacemos las cosas, podemos pensar en hacer algo, pero nunca suplantar ese pensamiento para hacer otra cosa, por lo tanto, somos seres objetivos en la manera en que actuamos tomando en cuenta técnicas y métodos; sean correctos, probados, aprobados o subjetivamente experimentales.
Por lo tanto solo hay una forma y herramienta para hacer las cosas y esta es la verdadera voluntad.
Pequeños propósitos.
Así como se debe de estar claros de sentimientos, estos sentimientos nacen de algún lugar, el lugar más puro y profundo de cada ser que es la consciencia. La que permite ser racional y pensar no solo en el pasado y el presente, también en el futuro, en otras palabras considerarlo todo hasta las consecuencias.
Esos pequeños propósitos son más fáciles de identificar que un propósito de vida u original, estos son promotores principales de los valores que integran cada ser y se basaron en experiencias previas, muy relacionadas a la personalidad, pero esa que no puede verse u observarse todo el tiempo.
Pueden ser aficiones, recuerdos, u otras formas de obediencia las bases de estos propósitos, los cuales despiertan preparadores del organismo para realizar la tarea imaginada.
Creando mundos desde pequeños.
Nada más nuestra ambición crece, comenzamos a imaginar realidades (en las que buscamos tener lo que deseamos), allí inventamos por primera vez nuestros sueños, que a diferencia de una meta, objetivo o propósito, son situaciones imaginarias que poseen unas reglas propias dependientes de la aptitud del ser, por lo que pueden ser fantásticas y sin razones del logro, o minuciosamente reales y detalladas con relación a la realidad.
Básicamente ya no necesitamos dormir, a la vez que preferimos, parcialmente, no hacerlo para soñar pues tenemos más control voluntario al estar en la fase de vigilia. No hayamos lugar donde no soñar, y es tan fugaz el tiempo necesario para recordar que no distinguimos hacerlo todo el tiempo.
Creer en las decisiones.
Los sueños realmente están en constante cambio pues nuestros propios pensamientos nunca se repetirán, nunca recordaremos algo inventado perfectamente igual, tras pensarlo por un tiempo, y de esa forma el todo alojado en nuestra cabeza se encuentra en constante reestructuración como si hubiera una ama de casa inconforme con la posición de los muebles.
Existen muchos dilemas que nos afectan en el día a día, lamentamos a veces las decisiones que tomamos y para ello formamos murallas y puentes logrando así retrasar nuestra determinación «buscando siempre lo correcto para nosotros», pero esto simplemente se convierte en un tedio proceso que podría, y a veces lo hace, cambiarse por el empírico y ecuánime sentido común.
Para así saber y reconocer que lo que decidimos fue lo ideal para el momento sin tratar de ser perfectos.
Soñar con voluntad.
Muchos conceptos, ejemplificaciones y análisis pueden tornarse contraproducentes, lo demás quedará para vuestras vidas, aprenderán más en sus asuntos diarios, pues la experiencia, los momentos, para algunos, son recordados fácilmente, siendo una base de su aprendizaje.
Lo importante es reconocer y ser abiertos con el funcionamiento de lo desconocido, pero, reconocido por nosotros mismos, cuando no existe una estructura que fundamente las teorías, el conocimiento e ideal de algo será abstracto. De ello lo importante es apreciar y tomar en cuenta que pudimos pensar lo mismo.
Y de esta forma nunca olvidarse de traer siempre ese paquetico de voluntad y una mochila imaginaria con esos propósitos, bien escribidos, por nuestro cerbero ser, yaciente casi en el techo de nuestra cómoda casa.
No se olviden de verdad, no se olviden de soñar.
¡Recuérdenlos! Así cambien o no les interesen ya, así se hayan limitado a un camino, una carrera singular, y estén dispuestos a pertenecer a esta monótona y realística sociedad, no olviden que ese niño, ese joven héroe, creador de maravillas, atado al interior de lo más sagrado que poseemos, y que una vez se imaginó, varias veces se vio y vivió, esas posibles experiencias mágicas, que lo hicieron crecer y convertirse en lo que es o será. Recuérdenlo como tributo, en señal de respeto a una promesa, promesa que inició al comenzar a perder esa pura e inocente razón de ser y, ver la vida.
Un hombre sin recuerdos es un ser instintivo, sirviente de sus más impulsivos deseos.
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