Favor favores...
Favor favores para pasar
pesares
Saint Sias
Hay
sucesos dolorosos, fúnebres elogios, sonrisas opacadas, saludos de sintonía;
intercambio de pesares, que nos conectan a lo más sencillo como seres humanos.
Y a lo más sensible como obradores y como seres amantes. Porque, al fin y al
cabo, todos amamos de alguna forma a cada ser. Todos odiamos, guardamos rencor,
y sí, bien envidiamos, mentimos y dañamos; ofendiendo a otros, y a nuestra
propia presencia... Pero eso es porque somos sensibles, racionales, y porque
amamos y vivimos en búsqueda de una felicidad amena y sincera.
Todos
en esta vida caminamos sobre millares de agujas, algunas oxidadas, algunas
envenenadas, algunas... quizá antídoto de recientes males. O quizá, estaca que
penetra hasta lo más profundo, y que nos
obliga a descubrir, e incluso destruir, las más acomplejadas muestras de que
somos un enorme conjunto de: percepciones, sensaciones, recuerdos, memorias,
imágenes, gustos, caracteres y hasta imitaciones. El mundo enfocado en dos
ojos, en dos hemisferios cerebrales, o mejor sea; en órganos pares que nos
hacen iguales, y a la vez, tan variables.
Por
muchas razones hay quienes se ven habituados a formas de ser que otros no
toleran, ó, que sinceramente nadie pensaría llegar a imitar. Pero que, son
resultado de tantas experiencias, aisladas y grabadas; talladas con
herramientas o armas sin filo, pero de constante reiteración traumática. Donde
y a partir de esas razones, existen muchos especialistas en tratos, en
estrategias, en conexiones comunicativas, asociativas, sensitivas, y lógicas
también. Sin embargo, no siempre se cuenta con que todos acudan a alguien más.
Bien a veces, ocurre que cada uno cuenta con esa «propia forma de ser»,
adhiriendo a su comportamiento y su tiempo esas liberaciones y expresiones que,
de algún modo, tienen como principal objetivo, transformar y ayudar al ser a
crecer aprendiendo de lo que tiene.
No
sólo existen primeras y terceras personas; la mayoría de las mejores cosas se
logran dé a dos. Y así, no existe acto más natural; conexión más significativa,
que las expresiones que nacen del alma y comunican más que un estado, un
sentimiento, un latido; son recuerdos, experiencias, y puro amor humano. Entre
esos momentos donde la gente se junta, donde dan la mano, logrando que, como si
fuera un poder, la calma y la nostalgia; el dolor, la aflicción, la tristeza,
la agonía, choquen y se conviertan, con simpatía, en una multiplicación de
vibraciones armonizantes. No tan bonitas, no tan soñadas, pero si necesarias
para adentrarse en sí, para conocerse a sí, y para entender muchas cosas que no
siempre se piensan y se creen.
Es
curioso que las personas se sientan tan adaptadas a emociones específicas, y
que desde las primeras etapas de vivencias ya se tienda a dar y recibir, querer
y apoyar, andar y agrupar, desear e indagar. Pero, sólo en un estado real de
calma; de serenidad, el ser se capacita para dimensionar su propia luz. Hacerla
visible para él mismo. Y sólo conociéndonos, poco a poco, con el pasar del
tiempo, y de los años. Con la sanación de cada una de esas heridas que nos han
dejado agujas, estacas, clavos, espadas y pisadas; que nos llevan a doblegar
cada vez más las fuerzas. A través de todo esto que vivimos, nos fortalecemos.
Y llegan momentos en que nuestra voz, presencia y esencia, será tan rica,
brillante y sublime, que podremos transmitir esa felicidad, esa alegría que nos
aguarda a todos en un futuro incierto. Pero magníficamente bello.
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