Promesas II
Podré haber
vivido cien años,
leído mil libros,
escrito mil
versos.
Podré haber
aprendido de todo,
conocido
personas,
muchas personas,
pequeñas y
grandes,
grandiosas o
insignificantes.
Podré cambiar mi
estilo,
mis hábitos, mi
ubicación
o mi vida.
Pero nunca podré
olvidar.
Nunca olvidaré
ese tono,
ese color, esa
sonrisa.
Tu mirada,
inefablemente armoniosa,
que conecta
siempre la prosa,
la prosa más
profunda de mi ser,
que significa
tanto y a la vez no sé,
no lo entiendo,
no lo veo,
sólo existe en
ciudades de papel. (El significado de cada detalle)
Ciudades que
almacenan todos los poemas
que he escrito
gracias a ti.
Nunca podré
olvidar.
Cada momento
sintiéndome
rendido a tus pies
me hacía
reflexionar
sobre cuál efigie
eres para mí.
Prometo no
olvidarte, Poesía.
Otra vez recuerdo
cuanto valor le
otorgas a las rimas. (¡Cuánto color, cuánta energía!)
Cuánto también
enseñas de la vida;
porque lo bello
no siempre es melodía
y, tampoco suena
como canción entintada.
Lo bello es
esencia de la verdad, y más nada;
más nada podría
compararse a las palabras.
Esas palabras que
decimos enamorados,
esas palabras,
que decimos tan transformados
pensando en
destellos suspendidos.
Prometo no
extrañarte.
Porque, aunque
viva cien años,
y muriendo me
encuentre
olvidarte jamás
será posible para mí.
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