La hora de las pesadillas
Dormir nos prepara para creer cosas realmente increíbles.
Hace que la vida sea una realidad aburrida, a la vez que impredecible.
Es común que soñemos y
recordemos poco de ello, es común que pensemos y creemos un mundo. Pero a
todos, y más de niños, nos llega el momento de tocar el fondo y crear las
tinieblas. Encontramos ahí el mundo de miedos, de caos, de terror, de suspenso.
Y allí se encuentra la respuesta a todos nuestros conflictos.
Normalmente, gracias al
ambiente de ese mundo, sentimos que debemos de salir de ahí que no queremos
seguir viviendo eso que no sabemos qué ocurre. Todas nuestras emociones salen
a flote, afloran incesantemente por ínfimos motivos espontáneos. Y ¿por qué
callaremos nuestro dolor al mundo? Nuestra consciencia sabe pensar, sabe
mentir, pero no sabe expresar. Y por ello, sólo nuestro interior puede escribir
e inspirarse.
Deberían de aprovechar la
hora de dormir, son oportunidades, no para descansar, sino para vivir en un
mundo totalmente honesto. Lleno de esencia, de energía, de nuestra propia vida.
Intención colectiva pero transformada a cientos de perspectivas conservadas.
Los miles de nosotros trabajan recreándonos, y enseñándonos a ser mejor. La
fuente de sanación, de color, de humor, está allí.
Sean días malos o buenos,
siempre hablará, siempre expresará lo que sentimos. Y de allí podemos ir
recordando poco a poco, con algo de práctica, cosas que no corresponden a
nuestra propia experiencia. Hechos simbólicos, obras abstractas, terreno
cambiado, todo tiene varios significados. Todo es más que un “algo”. Es, ahí
todo es.
Sepan diferenciar las
voces del mundo, y sus propias voces, esas que no se escuchan, esas que no
suenan, esas que son acciones, formas, y pensamientos aislados. Sepan cuando
aprender y cuando entender, cuando aspirar e inspirarse. Sepan que existen
miles de formas de expresarse, y, que no sólo el «yo» se encuentra viviendo.
Comentarios
Publicar un comentario