La dama del sabio
La dama del sabio decían:
«Nunca te acerques a ella».
No volverás a ver las estrellas
Y ni rastro quedará de tu existencia
En la faz de esta tierra.
Todos le seguían,
¡Al menos creían ver a un ángel!
Se llamaba así no por corresponder a alguien.
Ella fue criada por él, por la sabiduría,
Y por la vida.
Sus ropajes claros recordaban al cielo,
un cielo calmado y pacífico.
Con ella las almas perdidas,
con ella la esperanza de Dios.
Ella traía, en sí misma, un mensaje:
De destrucción o de transformación.
La vida se complica con el pasar de los años.
La gente creía que ella era eterna.
Pensaban tener un poco de esencia,
su esencia divina que empobrece las tierras.
La sabiduría entonces no la conocía el planeta.
La dama entristecida, pobre chica perdida,
vagaba buscando un significado real
de los ideales abstractos que se posaban
por toda su mente sideral.
Hija de un mago y de una quimera
era ella, la alquimia inmortal.
«Era ella la esencia del mal», o acaso
¿Sería ella «una esperanza fugaz?».
Recorría, otra vez, los caminos del tiempo.
Comía, dormía, fingía ser un cuerpo.
Sabía que el gran templo era sólo un comienzo…
Descubría verdades y comparaba extrañada
como la humanidad vivía diversa.
Soñaba que el día brillaría de nuevo.
Soñaba que la noche cantará de nuevo.
Soñaba estaciones que bailaban sin miedo.
Deseaba que el mundo olvidara el tormento
y así dejara de crear sus propios duelos.
No se supo más de la dama del sabio.
Vivió y no por miles, sino cientos de años.
Aunque apareció en la vida
de un millón de personas…
Nunca dejará de ser cuento
de aquellos esperanzados con consciencia de mago
que creen y crean para un mundo mejor.
La dama del sabio era ella, la efigie de la inspiración.

Esta imagen sirvió de inspiración para este poema, y creo que tiene más significados de los que pudieron abarcar las letras. —Saint Sias
Comentarios
Publicar un comentario