Escritores
¿Acaso somos escritores?
Con el pasar del tiempo hemos descubierto nuevas formas de
nuestro ser, donde por fin podemos expresar lo inexpresable, y además otorgarle
a cada una de estas manifestaciones una pequeña parte inconfundible, innegable,
que es nuestra esencia como creadores, como artistas.
Si podemos hacer eso a través de letras, efectivamente seremos escritores.
¿Por eso somos escritores?
Cada quien tiene un pasado, vive y a la vez piensa en su
futuro, todos estos hechos, tales recuerdos y suposiciones se almacenan y comprimen
hasta el punto de volverse parcialmente inevitables. Luego, en ese estado de
energía pura, es como un código capaz de darnos una diferente vida, de
transformarnos desde dentro, de lo más profundo, de nuestro espíritu. Y llega
un punto en que nace una necesidad de darlo todo, dejarlo en algo, lo que se
piensa, lo que imaginamos. Cuando surge el momento, el acontecimiento, ese
último recuerdo proyectado en nuestros corazones para darnos algo más por qué
vivir. En ese instante nace un artista, que con el código adecuado será un
escritor, capaz de dejar salir de si mucho más que palabras y de hacer con sus
manos mucho más que simples oraciones.
Si somos escritores podemos esforzarnos por entender ese origen y comprendernos más allá de lo que somos.
¿Fuimos preparados para serlo?
El mundo tiene lo que desea, cada cosa en nuestro medio nos
afecta, nos influye, nos cambia, nos destruye y reconstruye.
Desde que nacemos somos una simple masa con nombre, y el
mundo que habitamos es nuestro molde. Al crecer todo inspira todo. En nuestra
mente cada palabra, cada letra, cada imagen, cada persona, cada sensación, cada
hecho, cada experiencia se guarda en un mundo. Y aunque la soledad equilibre lo
real con lo fantástico, siempre se almacenarán como las bases de nuestro
universo, de nuestras obras. Para luego nacer en el momento más indicado, por
mera afinidad al instinto, para ayudarnos y guiarnos con las cantidades de
creatividad e imaginación que poseemos.
La vida nos prepara para cumplir nuestros propósitos, nosotros decidimos como cumplir esos deseos y esos sueños quizás olvidados por el tiempo que nos entrena.
¿Por qué ser escritores?
Por qué no, cómo podríamos ceder ante el poder de crear y de
organizar millones de ideas en un solo medio; con tan ínfimos recursos acabar
haciendo una magnífica obra; hacer más de lo que nos piden, y no necesitar
borrar nuestros errores (si no aprender de ellos). De qué manera podríamos
negarnos a poder enseñar sin repetir palabras; a entrar en los corazones y
arreglarlos, llenándolos de alegría, amor y satisfacción, o, de tristeza,
nostalgia y rabia; que con ello se llegaría a cultivar la calma, de los demás y
de nosotros mismos. Quién cedería a poder ir más allá de lo que un ser puede
sentir siendo otro, con prosa narrar los sueños, con versos cantar al alma, con
letras callar al dueño de esa voz que lee cada página. Por qué no ser el que
cree, el que confíe, el que enseñe, el que magnifique. Por qué no ser el que
una y varíe esta realidad distorsionadamente loca. Por qué no, si podemos
lograr que:
Lo que veamos sea una ínfima intensificación de lo creado.
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