Arcoíris múltiple

Veíamos extasiados,
sentados en la esquina,
en un rincón y en una silla,
de la somnolienta y tardada casa.

Veíamos, uno en el piso y
otro en la silla.
Veíamos como en nuestro frente,
en el lejano frente tras las casas,
las nubes reflejaban la luz del día.
La luz componía para nosotros poesía.
Hacía para nosotros música
en colores espectrales.

Y no se hizo uno, ni se hizo dos,
a nosotros nos mostró muchos  más
colores repetidos que seguían siendo bellos.
Colores compuestos por el mismo blanco
del hermoso cielo traspuesto.
Colores que se dormían al mismo tiempo
que el crepúsculo tardío.

Estando y viajando,
entre el mundo y la melodía,
logré perderme casi por tres días.
Eran recuerdos infantiles
que otra vez venían a enseñarme algo.

Hablarme de pasos dados,
cosas que no vi, cosas que no aprecié,
y ahora comprendería.
«A veces sólo necesitamos más color
en nuestras vidas».

Volví de ese sin fin de ideas
notando que el presente se oscurece.
Se fueron las rimas, calló el día,
y sin nada que expresar…
Aletargó el tiempo.

Las horas parecían milenios,
días imaginados, vividos, días muertos.
Al final todo cae
y renace, a su vez,
con un sueño.

Al día siguiente, el arcoíris,
y mis recuerdos, y todo,
eran parte de mi propio cuerpo.


El recuerdo era ahora sentimiento.

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