La vida es un simple recuerdo.

Hay vidas que sólo son un recuerdo, que a pesar de apoyar tanto nuestras vidas, por un cambio, por gracia del tiempo, nuestro tiempo, mueren Lo que mantenía viva a esas personas se acaba; los caminos que nos llevaban a verlos se evitan, se vuelan, las posibilidades se esfuman.

Sea quien sea, haga lo que haga, todos quizás, vivimos mientras somos recordados. Al igual que dicen: «Si cae un rayo en un lejano y pacífico bosque, ¿Acaso hace algún ruido?» De la misma forma ¿cuánto vive una persona con un valor fugaz? ¿Vive acaso de verdad o al menos hasta ser olvidada?

Lo que es capaz de desprender nuestro ser es invaluable, pero, quien no sabe lo que es y cómo expresarlo, sentirlo, transformarlo… Termina desperdiciando la esencia potencial de su vida.

En el mundo no todos son artistas, pueden serlo, e incluso sin saberlo lo intenta la mayoría; pero no todos nacen con el espíritu de expandirse. La habilidad que posee la materia de ser infinita, de ser perfecta a partir de caos y el desorden, les da oportunidad a todos de lograr lo mismo.

El universo vive en una expansión constante, a través de la nada se mantiene en un estado de recreación causal. Es constante, es variable, evolutivo y a la vez colosal, el universo.

¿Con un universo sin tiempo, y tan vasto, los recuerdos tienen algún valor?

Y, si las vidas son recuerdos, son constantes, representaciones de un todo magnífico… ¿Existen realmente? ¿Valen, son preciosas, tendrán algún objetivo?

Somos unas diminutas hormigas cósmicas ante los astros existentes.

Carecemos de vacío y vivimos en un conjunto comprimido de masa habitable.


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