Distanciamiento, cercanía.

Cuando me alejo me desvanezco.
Cuando me acerco
mi corazón se detiene,
y no una, sino mil veces.
Cada latido se hace más fuerte.
No duele, no siento.
Mi camino lleno de sueños
sin sentimientos se hace eterno.

Mi alma agotada de vivir en el vacío,
se encoje y se amarra, se tira por mi hombro,
mientras mi cuerpo corre, ella se arrastra.
Aun así no siento nada.

Cuánta calma hace falta,
en las tardes de lluvia,
en las noches de frío,
en los días con rima,
con su clima de brío.
Cuánto hace falta.

Sea vivir un mito,
una historia de esas,
que leemos, que no progresan.
Sea la vida un castigo,
para los que caminan
y de su semblante
no requieren testigo.

El cuerpo pesa y se detiene,
las promesas se merman,
fallar no duele.
Los olores se mezclan,
no hay diferencia entre los vivos,
todos vivimos, todos quisimos, todos sufrimos.


Y nos mantenemos viviendo, haciendo de lo imposible sólo un ruido, que se une en esencia con todo lo que existe. La historia se transforma en una melodía de cien tonos, el tiempo nos engaña, revela la verdad, cambia, florece y muere. Pero nunca siente.



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