Todos tenemos una historia que contar
¡Así es! Todos tenemos algo que contar, que enseñar, que tratar de relatar.
Todos en algún momento tendremos esa oportunidad, de mencionarle a uno o más seres especiales lo que fue. Porque así como vivimos, como reímos de la irónica vida, así como luchamos y nos esforzamos en algún momento, esos sucesos cesan. Pero… ¿De qué serviría que todo acabase allí? En la nada, al igual que un sonido, cómo demuestras que has vivido, que algo existe, si nadie lo escuchó, lo observó, lo sintió.
De alguna forma cada quien merece un tiempo para ello, y es una costumbre, saludarnos y preguntar, extendernos en deletrear esos cuentos que no varían tanto pero tanto es lo que distraen (y atraen). ¡Cómo aprendemos de los demás y nada más con el escuchar! Donde sea, cuando sea, el pensar e imaginar la situación ajena nos aleja de las penas por miedo a la repetición. Porque siempre nos sugieren que aprendamos de los errores de los demás, no siempre se hace caso (y puede que sea bueno) pero es un acto grato y tan útil que, pienso ya, forma parte de nuestro sentido común.
Sean los encuentros inesperados, las obras del destino que ni nosotros creemos, la fantasía que la realidad conspira en hacernos confiar. Al igual que las injusticias de las cuales no tenemos ni consciencia ni poder en cambiarlas, hechos simples, sin ahondar en sucesos que nos corrompen el alma. Lo que podamos contar, sea lo más simple, lo más «largo», lo más vergonzoso, es de cierta forma, arte en sobra para los demás. Inspiración en su grado más primitivo, o el discurso más motivador y revelador que jamás hayan oído.
Y bien, será necesario decirlo o explicarlo más (?)
El comienzo de un artista, el capricho de tus sueños, la obra que perdiste o un objeto de valor, la cúspide del control, de un sentimiento o quién sabe si de alguna limitación.
Bien sea por liberación (agotamiento o necesidad de expresión), o sea por mero hábito de charlar, de compartir, de presunción. Una historia es una obra que merece la atención, un público interesado en aprender y amar cada detalle.
El origen inspirador de miles de acciones, de tantos poemas y de tantos colores que han nacido a raíz del desmoronamiento de los hábitos, de los cambios, del destino que impone y propone una hazaña histórica, aunque solo para nosotros… ¿Por qué nosotros no podremos, a través de una simple y cotidiana historia (que hasta fantástica o cómica logre llegar a ser), inspirar y ser ese pasito, ese movimiento, el potencial de una fuerza arrasadora?
Por qué seguir persiguiendo estrellas, si un sol es más pequeño y vivimos gracias a él. Somos natos soñadores, lo sé, pero el espacio es muy pequeño comparado con el y los universos que caben en nuestro raro y diminuto cerebro, zona de control de nuestro regalado y sano templo. Que se sirve de formar las más causales y enredadas complicaciones que inspiran a otros a crear teorías.
Por más que el todo sea tan grande para ser igual, y que seamos nada en un cosmos que luce singular en todo mapa, si no somos una partícula, si por ahora no somos ni polvo ni fermento, lo que hacen nuestras manos, lo que recorren nuestros pies, lo que decimos, lo que pensamos, lo abstracto que suene este relato, quien sabe lo que un niño logrará tan solo con leer el pasado, si vemos todo, y contamos todo, y aprendemos de todo, algo tiene que valer lo que nace de nuestra pura energía e intención.
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