Harto
Trabajo y trabajo, sueño,
cuando despierto caigo,
cuando despierto duermo.
Vivo inmerso en un profundo sueño
del que no puedo salir y le llamo pesadilla.
Los días me parecen igual,
las cerezas, las uvas y las manzanas
me saben amargas por más que estén acarameladas.
Las estaciones no existen, para mí
solo hay un estado estacionado.
Cansado de gastar lo que sudo
y sudar lo que gasto.
No me muevo, no hago nada,
y me quejo de ser un flojo.
Cuando ya al darme cuenta debería de correr por otra vida.
El gris del cielo a veces converge,
con el color del suelo que es negro,
cruzo puentes de color carbón,
y las aves más hermosas son los cuervos.
Se reúne mi familia, y para qué,
si yo, fuera de lugar, no les necesito,
en mi casa están y yo no invito
ni siquiera a mi madre a pasar por mi cuarto.
Saludo bien falso, y nadie lo ve
aunque no he cambiado nada lo sé...
Me pesa pensar que no me escucho
y me lamento cada noche por no responder a mi propia voz.
En una esquina sentado mientras todos gozan
yo les observo mientras mi alma llora.
Se acerca un invitado y mi voz se antoja
de no funcionar para rechazar la torta.
«No quiero» pensé, y me escuchó.
—«Te duele algo yo creo,
pero solo afecto sanará esa herida.
Y cuando una vez más me sonrías
de verdad, yo te clavaré otra astilla.
Porque si la vida no te ha dado nada por qué sufrir,
¿Cuál es la necesidad del mal vivir?»—
—Mi corazón no está listo para compartir—
le dije yo, queriendo huir.
—Pero tu cerebro sí,
si tu cabeza quiere lo lograras,
lo que tú piensas es lo que sientes,
si quieres vivir así, así vivirás.
Pero sé, que queriendo mentir
te has hecho daño,
y sin querer, tú has perdido
ya varios años.
No sabes que eres capaz de corregirte,
no sabrá tu corazón pero tu mente sí,
si aún eres capaz de vivir,
¿Qué esperas para volver a intentar ser feliz?—
Ese último sonido aún mientras viajo lo recuerdo.
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