[Cuento] Escapando de la verdad.

Llevo tiempo huyendo, corriendo de algo que prometí olvidar y, creí que nunca volvería a sentir.
Recuerdo que mientras crecía siempre había algo, algo oscuro y sombrío, un ser invisible e imperceptible para otro que no sea yo. Se encontraba todo el tiempo, a unos metros alejado de mi; atosigándome y conspirando una forma de hacerme algo, ¡Yo lo sé! Una vez estuvo a punto de empujarme en las escaleras de un extenso parque, natural vivo y colorido, aunque en ese entonces solitario.
Es insoportable vivir encerrado entre dos calles, una conduce a mi trabajo y otra era un atajo impensable para llegar seguro a mi hogar. Imagino, no me seguía todo el tiempo, no logaría hacerme nada si paseaba acompañado por varias personas. No podría decidirme si pensar en que el miedo nace cuando eso está cerca o eso sabe justo el momento en que más vigilante, atento, precavido y nervioso me encuentro; pues cada situación que reuniera ciertas condiciones, por alguna razón, siempre me recordaban y hacían notar su existencia.
En las noches, de alguna manera, me sentía cómodo, era muy meticuloso con la seguridad a la cual le correspondía un período de treinta a cuarenta y cinco minutos para chequear puertas, ventanas, candados, cerrojos y los movimientos cívicos que aún, como de costumbre, a las siete de la tarde se encontraban en el urbanismo.
Los días eran fríos y las noches eran cálidas, pues, solo de día me pasaban esos actos que solo catalogaría como paranormales.
Una vez, un día en especial, lo sentía más cerca y decidido a hostigarme, comenzaba a guardar odio y resentimiento por aquello que antes me daba miedo, años y años pasando por ello, cualquier ser se hartaría. Me sentía impulsivo por acercarme esta vez yo a él, aunque no sabría explicar lo que haría nada más tenerlo frente a mi, de tal manera me calmé, y entro la razón junto con mi cordura y consciencia, la cual dejo salir una frase totalmente humana, que permitía sentir el alivio de volver a estar en mi, «Buscar a quien me busca sería un acto suicida, ¿A quién culparía por la osadía de arriesgar mi vida?». Y esta vez no corrí; creo que lo sintió, pues su presencia desapareció; esa presencia fúnebre y terrorífica se fue, devolviéndole el color al lugar, pienso yo, se hallaba escondido su escurridizo y feo cuerpo, que de alguna forma no dejo rastro o me permitió atestiguar su acto de escape.
No lo volví a percibir, no rondaba más por las calles, no tenía más miedo a morir. Eso hasta que me sentí asustado, tan asustado y apunto de entrar en pánico, como cualquier humano que le pasará algo así. Estaba yo caminando por las avenidas de la ciudad cuando coincidentemente estuve a punto de entrar a un lugar que, justamente en ese momento, comenzaba a ser atracado.
Corrí, creo que los maleantes salieron, entre ellos posiblemente estaba él o eso, me siguió, otra vez, mientras corría con todo lo que tenía a la vez que pensaba en cada uno de esos momentos que tal sombrío ser me hizo correr... No sé por qué, allí se detuvo, mi corazón y yo con él, justo en medio de una abierta plaza casi olvidada, aún con terror pero avivando el rencor grité, con la voz más agresiva y desafiante que mis pulmones lograron preparar «¡Quién eres, qué eres bestia!»
Ya no sentía una sombra ir por mi, más bien, la familiaridad de esa sensación nunca logre atribuirla o relacionarla con otro ser, sin saber qué, se acerco rápida pero suavemente y su aura lograba abrazar y adaptarse a todo mi cuerpo... Tras y tan cerca de mi, con una voz suave, incomparable y a la vez muy calmada me dijo: «Soy yo, tu voluntad, que al fin me dejas entrar, y sanar los miedos del terror en que te ha metido la soledad.»
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